El artificio de la escritura / The artifice of writing


martes, 29 de julio de 2025

Piensa para sí mismo quien para sí mismo escribe


Escribe uno a diario, varias horas al día, sin otra disciplina que el capricho del instante. Capricho, necesidad, urgencia—si se quiere—del momento. El plan a largo plazo es ampliamente vago, impreciso, impracticable: pertenece a la esfera de lo ideal, eso que en el intelecto se contrapone a lo concreto, lo densamente material del ser que la consciencia–¿inmaterial fluido de otras esferas?---experimenta.

Material, la escritura existe como “cosa” perceptible. Pero algo tiene de ese fluir etéreo del lenguaje que, por concretamente material que se presente en sus sonidos y grafías, expresa un efluvio de rara densidad, que algunos llaman alma, espíritu, otros: la mente.

Parece inevitable–quien escribe siente—concebir desde el dualismo aparente dos ámbitos diferentes en el ser consciente: el material, que se manifiesta en el tacto de la pluma sobre el papel y en el bordado de la caligrafía que en el papel se asienta; y ese otro, impreciso, en el que el lenguaje fluye e inventa, como en el aire, esos planes a un futuro igualmente abstracto, inaasible.

Se escribe por hábito necesario y conveniente. A diario se escribe, por capricho de la mente y deseo de la mano; por el chiaoscuro de las percepciones y el razonamiento, y por el pulso y palpitar de nervios y arterias, de nudos en la boca ansiosa del estómago. 

A cada instante, todos los días, físicamente, como quien desea, se escribe.



martes, 22 de julio de 2025

Monólogo a solas


—Quiero más, mucho más de lo que puedo— se dice a sí

mismo el ambicioso.


Las paredes, por cierto, no le prestan la más mínima atención.


—Espero—admite—el milagro. Yo, que no creo en dioses

munificientes ni santos patrones protectores---confiesa

sorprendido de sí mismo.


---Paralizado de impotencia, espero.


sábado, 19 de julio de 2025

Triptico: Reflejos de los espejos

I Frente al espejo Otra vez lo mismo de lo mismo: la repetición monótona. Se repite a sí misma ante el espejo, cepillándose los dientes sin haberse dado cuenta de que tomó el cepillo, lo enjuagó bajo el chorro de agua del grifo, le puso un poco–la cantidad acostumbrada—de dentífrico—el que ha usado desde siempre—. Y ahora mueve la mano, o la mano se mueve por sí sola, habituada al ejercicio que repite varias veces al día—demasiadas—todos los días. Se ve en el espejo echando espuma por la comisura de los labios que en un rato más habrá teñido de rojo: el de siempre porque no sabe de otro. Y también tendrá qie peinarse de nuevo: ordenar esos restos de cabellera que le quedan todavía. Es lo mismo a cada rato: cepillarse los dientes, pintarse los labios, empolvarse el rostro y hacer algo con ese pelo suyo que fue abundante y tiene ahora un aspecto ralo, mal teñido, lastimoso. Se lo repite y confirma el espejo cada día varias veces al día. —Los espejos—se dice al verse reflejada mil veces hasta el infinito—son pertinaces y repetitivos. II Espejos enfrentados Desde niño, cuando el abuelo lo llevó por primera vez a la antigua, ancestral peluquería de la plaza, le ha intrigado saber hasta dónde—¿un mejor mundo, diferente?---llevan los reflejos repetidos hasta el fondo de los espejos enfrentados. III La invención del espejo Hubo un hacedor que hizo del espejo un símbolo—¿un símil, un ícono, una alegoría?---recurrente en su obra de palabras: se apropió de sus múltiples funciones. Prácticamente reinventó el objeto de intrigante presencia y profundamente sugerente como las tersas aguas de un lago.